Una marea humana nunca vista que encontró en este 20 de diciembre (otro 20 de diciembre, esta vez feliz, lejos del dolor del 2001 al que no debemos olvidar jamás) otro techo, otra unidad de medida, otro registro histórico.
Nunca hubo algo semejante, se estiman unas 5 millones de personas (más del 10 por ciento de la población total) que invadieron como hormigas todo el espacio público: arterias, avenidas, plazas, parques, autopistas, ciudades enteras. Los límites geográficos, las referencias visuales cotidianas, el paisaje en sí alterado por una alfombra móvil, ruidosa, eufórica, dispuesta a lo que haya que hacer, trepar, caminar, saltar, gritar, cantar, y ofrecer pura vida en agradecimiento a una Selección que le dio la felicidad más grande de 1986 a esta parte.
La memoria enseguida aporta otros hitos similares, aunque quizá no semejantes. La mayoría son hechos políticos: el 17 de octubre del 45, la vuelta de la democracia en 1983 con la asunción como presidente de Raúl Alfonsín. El regreso definitivo de Perón al país, el 20 de junio de 1973, quizá fue, hasta este martes, la movilización popular de mayor impacto: unas 2 millones de personas (con otra población, además) bloqueando los puentes de Ezeiza y ese final trágico que marcó los tiempos.
Parte de los vaivenes organizativos y de las dificultades que se vivieron durante todo el día anida en lo inédito del episodio, en la magnitud del fenómeno popular. Cuando Messi dijo antes de partir de Doha el «vamos a llevarles la Copa» la gente lo tomó en la literalidad más pura. La polémica del feriado sí o feriado no quedó sepultada por lo extraordinario de la reacción: con o sin decreto, nadie iba a trabajar con la Copa tocando suelo argentino.
Y allá fue la ola. El lunes a la noche ya había gente apoltronada en el Obelisco. Cuando amaneció ya no pasaban autos, a las 9 no cabía un alfiler, y la avenida más ancha del mundo quedó chica, porque se fue poblando por una incesante marea de personas de toda edad y condición, con banderas, camisetas y carteles, porque todos tenían algo que decir.
Todo el recorrido acordado estaba desbordado de millones de personas esperando por ver a “la Scaloneta”, a la copa, y sobre todo a Messi.